A los 17 años, dejé mi hogar en Perú y crucé fronteras hacia Estados Unidos como estudiante de intercambio. Vivía en una granja rodeada de ganado, aprendiendo el valor del trabajo duro, levantándome antes del amanecer para alimentar y ordeñar vacas. La vida en el campo me enseñó la disciplina y la importancia de cada pequeña tarea. Cada día era una nueva lección en responsabilidad y compromiso, lecciones que llevo conmigo hasta hoy en mi práctica legal.
La vida en la granja me enseñó disciplina y compromiso, pero mi mayor desafío estaba por venir. Un desafío que no solo probaría mi determinación, sino que también definiría la mujer y abogada en la que me convertiría más adelante.
Mi verdadero desafío llegó cuando me alisté en el servicio militar de los Estados Unidos durante la Guerra del Golfo. Allí, entre las cubiertas de acero del USS Jason y bajo el estandarte de "Don't tread on me", aprendí lo que significa el verdadero trabajo en equipo, la importancia de la lealtad y el poder del respeto mutuo. Fuimos una familia, una hermandad en la que nuestras diferencias sociales, religiosas o raciales no importaban, porque en el barco, todos éramos iguales. Recibí medallas por mi servicio, recorrí el mundo, desde Japón hasta Tailandia, y en cada puerto, en cada misión, reforcé mi creencia de que la diversidad es una fortaleza y no una debilidad.
Recuerdo una vez, en medio de un ejercicio de combate, cuando uno de mis compañeros, al que apenas conocía, tropezó y cayó. Sin pensarlo, lo levanté. En ese momento, entendí que la lealtad y el apoyo incondicional eran más que palabras; eran mi brújula en cada decisión que tomara a partir de entonces, ya fuera en el campo de batalla o en la sala del tribunal.
Mi pasión por el derecho nunca desapareció. Al contrario, se fortaleció. Decidí seguir mi sueño mientras servía a mi país, estudiando derecho por las noches y trabajando en IT durante el día. Mi doble vida como estudiante y trabajadora fue una prueba constante de mi determinación. Me gradué en Jurisprudencia, obtuve una Maestría en Negociaciones y Conflictos, y absorbí todo lo que podía sobre tecnología en mi trabajo. Sabía que cada habilidad que adquiría sería una herramienta más para defender a mis futuros clientes.
Mi siguiente desafío fue en el Poder Judicial del Estado de Maryland, donde aprendí a combinar mi conocimiento de la tecnología con mi vocación legal. Fue ahí donde entendí que el derecho no es solo teoría; es una herramienta para transformar vidas. Esta experiencia me dio la confianza para lanzar mi propio bufete, Mendocilla Law Firm, con la misión de ofrecer a mis clientes algo más que representación legal: ofrecerles una defensa apasionada y comprometida.
No soy el tipo de abogada que se queda en su oficina firmando documentos. Me apasiona el derecho, sí, pero mi verdadera fuerza está en la corte, luchando por cada palabra, por cada argumento, asegurándome de que la voz de mis clientes sea escuchada. Creo en el poder de las historias bien contadas, en la fuerza de una defensa apasionada, y en el impacto que una abogada comprometida puede tener en la vida de una persona.
Así que, si busca algo más que un abogado; si busca un defensor, un aliado, alguien que luche con la misma pasión con la que yo siempre he vivido, le invito a que me cuente su historia. Porque cada caso no es solo un archivo más; es una vida que puede cambiar para siempre, y estoy aquí para luchar con Ud.
Al final del día, mi propósito sigue siendo el mismo que aquel día cuando soñaba con ser abogada: luchar por lo que es correcto, luchar por Ud.